FOTOGRAFÍAS 1989
Cedidas por Luis Aguilar, gracias a Antonio Molina Flores. 1989, Aula Magna de Geografía e Historia Universidad de Sevilla Homenaje a Antonio Machado. Javier Egea, Luis García Montero, Álvaro Salvador y Rafael de Cózar.

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Cedidas por Luis Aguilar, gracias a Antonio Molina Flores. 1989, Aula Magna de Geografía e Historia Universidad de Sevilla Homenaje a Antonio Machado. Javier Egea, Luis García Montero, Álvaro Salvador y Rafael de Cózar.
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A Andrea y Juan
Alguien huye desnudo por los fríos pasillos de un hotel sin estrellas. Hermosa, junto a él, una desanillada serpiente cascabel muestra la baba roja que brilla en sus colmillos. A la 301 llama con los nudillos secos. Del ventanuco alzado en el dintel llegan ecos de ondas de radios de babel y una neblina densa de dulces cigarrillos. Vuelve a llamar. Se inquieta. Un ebrio taconeo anuncia la sorpresa de una rubia platino que ahora muerde los labios del huésped importuno. Alguien bífido lame la mancha del deseo. Alguien firma en el libro: Simbad el Asesino.… Leer más
Es que no se trata tanto de viajar como de partir. GEORGE SAND
(I)
Pero no, tampoco cuando toco la puerta del misterio, cuando viajero de la luz madrugo, tampoco entonces hallo mi reposo ni se entornan postigos de otro tiempo tras del amor. Entonces fuera cierta mi tristeza si no pensara en ti. Entonces un silencio con estrellas traiciona mi dolor. Cuando ya el alba evidencia caballos fugitivos, turbios aún, cuando la brida sola me delata y el orín de la espuela y su memoria, ¿a dónde galopar, a dónde, dime, también sin tu valor? Entonces, mírame, mira mis… Leer más
Ya madrugada, señores, y el juglar vela en silencio, mientras la luz presentida le delata en el espejo y versos y soledades a un tiempo le llevan preso. Ciego desde aquellos ojos, siente llegar el recuerdo maduro bajo las ramas desgajadas de otro tiempo. Y piensa que el corazón es un malherido sueño, oye los últimos pasos de quien huye del regreso y se extravía en las citas nocturnas y sin encuentro, torpe de la tempestad, abanderado en los besos que se perdieron un día rojos desde su pañuelo. Ya madrugada, señores, y es tarde en su pensamiento. ¿Pero quién… Leer más
Ya madrugada, señores, y el juglar vela en silencio, mientras la luz presentida le delata en el espejo y versos y soledades a un tiempo le llevan preso. Ciego desde aquellos ojos, siente llegar el recuerdo maduro bajo las ramas desgajadas de otro tiempo. Y piensa que el corazón es un malherido sueño, oye los últimos pasos de quien huye del regreso y se extravía en las citas nocturnas y sin encuentro, torpe de la tempestad, abanderado en los besos que se perdieron un día rojos desde su pañuelo. Ya madrugada, señores, y es tarde en su pensamiento. ¿Pero quién… Leer más
A Aurora de Albornoz Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Vino primera frívola –yo niño con ojeras– y nos puso en los dedos un sueño de esperanza o alguna perversión: sus velos y su danza le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas. Mas quisimos su cuerpo sobre las escombreras porque también manchase su ropa en la tardanza de luz y libertad: esa tierna venganza de llevarla por calles y lunas prisioneras. Luego nos visitaba con extraños abrigos, mas se fue desnudando, y yo le sonreía con la sonrisa nueva de la complicidad. Porque a… Leer más
Hacia los surtidores ofrecida vas en tropel, brillante compañera, o con disfraz de curva y de cadera dices la luz, también la despedida. Y como quien no halla la salida sin naufragarse por la torrentera, mírame aquí, viajero sin espera, en un salto mortal sobre mi vida. Bebo en tus brazos –caminante– el sueño que quizá lleve al mar y en tus orillas el norte y el dolor para el olvido. Contigo voy, contigo me despeño entre las soledades amarillas hacia los surtidores ofrecido.
De RARO DE LUNA [Madrid: Hiperión, 1990]
Entre cuatro paredes comenzaba la noche del asedio. Ellos, los asesinos, alentaban la larga collera de los perros. El hambre por las sábanas se agazapaba oscura como un cepo. Ellos, los asesinos, nos pusieron el pan sobre unos ojos bellos. Fuimos muriendo todos hasta que todo se volvió desierto. Ellos, los asesinos, vigilaban la caza del amor en silencio.
De PASEO DE LOS TRISTES [Huelva: Diputación Provincial, 1982]