A Aurora de Albornoz Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Vino primera frívola –yo niño con ojeras– y nos puso en los dedos un sueño de esperanza o alguna perversión: sus velos y su danza le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas. Mas quisimos su cuerpo sobre las escombreras porque también manchase su ropa en la tardanza de luz y libertad: esa tierna venganza de llevarla por calles y lunas prisioneras. Luego nos visitaba con extraños abrigos, mas se fue desnudando, y yo le sonreía con la sonrisa nueva de la complicidad. Porque a pesar de todo nos hicimos amigos y me mantengo firme gracias a ti, poesía, pequeño pueblo en armas contra la soledad.