Ya no conozco a nadie y me tiemblan los huesos y una humedad antigua me alimenta porque no sé quién soy que una terrible soledad me agota esforzado en saber por qué tanta tortura, por qué tanta miseria salpicándolo todo. Y todo de repente: Como el salto de un gato, como un aguijonazo repentino. Yo desaparecido sólo recuerdo un vago llamear de fusiles, un tropel de uniformes por la calle y los ojos vendados y voces de soldados y a culatazos puesto de rodillas sobre esta piedra fría adonde voy dejando resbalar la memoria, ovillarse la vida. La vida que es un toque de queda para siempre, una fuerza mayor arrebatada por la visita larga de los torturadores, ese perro encendido por los ojos del odio que asalta mis riñones y muerde mis testículos o la rata que escarba mi vagina mientras yo me debato en mi propio excremento y mi vómito grande y pienso cuándo, dónde, dónde estará mi casa, mi nombre y mis hermanos, derrotado y desnudo cabalgando en la barra que se clava en el sexo. Yo que soy todo el pueblo de Argentina en un puño humillado por tanto general y bigote. Yo desaparecido. Yo condenado al miedo y al silencio.
De ARGENTINA 78 [Granada: La Tertulia, 1983]